En la huella silenciosa de Raúl Gualda Zamorano, florece la semilla eterna del amor inquebrantable, recordándonos que en cada amanecer encontramos la fuerza para abrazar la luz, ser gentiles con nosotros mismos y avanzar con humildad por el sendero de la esperanza. Que su memoria sea el canto sereno que acune nuestros corazones en los días de incertidumbre, recordándonos que cada paso es una oportunidad para cultivar la bondad y la compasión. En cada latido, en cada suspiro, encontremos la fortaleza para seguir adelante con valentía y gratitud.
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25 de mayo de 2019