En el jardín de la existencia, las semillas de amor y esperanza que Nazla sembró florecerán eternamente, recordándonos que la humildad y la serenidad son la clave para abrazar la vida con un corazón pleno de luz. Que su legado nos inspire a cultivar cada día la bondad en nosotros mismos y en los demás, recordando que, aunque las flores se marchiten, el amor que compartimos perdura en la eternidad. Unidos en el recuerdo de Nazla, sigamos adelante con la certeza de que cada paso que damos es un motivo para celebrar la maravilla de estar vivos.
Publicado en el archivo
6 de mayo de 2019