En el jardín de la vida, el amor de Lidia florece eternamente como un faro de coraje y resiliencia. Que su luz ilumine nuestros caminos, recordándonos la gratitud por cada instante compartido. En el eco de su esencia, encontramos la paz que nos impulsa a abrazar la vida con esperanza y valentía. Que su recuerdo sea un suave abrazo en los momentos de soledad, un susurro de aliento en las tormentas y una melodía de amor eterno en nuestros corazones. En cada flor que florezca, en cada brisa que acaricie, allí estará su amor, guiándonos siempre hacia un mañana lleno de esperanza.
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16 de septiembre de 2019