En el jardín de la vida, las raíces de Elisa Fernández Olmedo florecen eternamente, recordándonos que la humildad y el amor genuino cultivan la esperanza más hermosa. Que su legado sea el faro que ilumine nuestros días, guiándonos con serenidad y ternura en cada paso que damos. Su ausencia física se convierte en presencia etérea, recordándonos que en cada flor que florece, en cada brisa que acaricia nuestro rostro, su espíritu amoroso perdura. Que en su memoria encontremos la fuerza para abrazar la vida con valentía y gratitud, sabiendo que el amor nunca muere.
Publicado en el archivo
14 de mayo de 2019