En el legado de Eduardo Alfonso Urcelay Recio encontramos un faro de amor inquebrantable, un canto de coraje imperecedero y un ejemplo de resiliencia infinita. Que su luz ilumine nuestros corazones, recordándonos la importancia de la gratitud y la paz interior en nuestros caminos. Sigamos adelante con la certeza de que, aunque ausente físicamente, su espíritu perdura en cada acto de bondad que llevamos a cabo. En cada amanecer, en cada sonrisa, en cada paso, honremos su memoria viviendo con amor y esperanza, abrazando nuestras emociones con valentía y compasión.
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3 de febrero de 2020