En el jardín de la vida, el legado de Daniela Antonia Vera Gil perdura como un faro de amor inquebrantable y gratitud eterna. Su coraje y resiliencia brillan como estrellas en la noche, recordándonos que la paz interior es el camino hacia la sanación. Que su luz nos guíe a abrazar cada amanecer con esperanza renovada y a cultivar el amor en nuestros corazones, recordando que incluso en la oscuridad más profunda, la llama de la esperanza nunca se apaga. Que su memoria nos inspire a vivir con pasión y compasión, extendiendo nuestras alas hacia un futuro lleno de promesas y posibilidades.
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19 de octubre de 2019