En el jardín de la vida, las flores de amor y gratitud que Ana María sembró seguirán floreciendo, recordándonos la belleza de su alma valiente. Que su luz nos inspire a abrazar con coraje los desafíos, a cultivar la resiliencia en los momentos oscuros, y a encontrar paz en la certeza de que el amor perdura más allá de la distancia. Que cada suspiro sea un tributo a su legado, cada paso una celebración de su espíritu eterno. En su recuerdo, abrimos nuestros corazones a la esperanza, sabiendo que su amor nos guía en cada amanecer.
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4 de octubre de 2019