En el jardín de la vida, cada flor, aunque efímera, deja una esencia eterna que acaricia nuestros corazones. Que la luz de tu recuerdo guíe nuestros pasos con humildad y serenidad, recordándonos que, como las estrellas en la noche, tu presencia sigue brillando en nuestro camino. Que cada lágrima derramada sea un río de amor que alimente el legado de tu memoria, transformando la tristeza en gratitud por haberte tenido entre nosotros. En cada suspiro, en cada susurro del viento, encontremos consuelo y esperanza en saber que tu espíritu perdura en la eternidad.
Publicado en el archivo
6 de mayo de 2019