Que la luz del amor que Mireya irradiaba siga iluminando nuestros caminos, recordándonos el coraje que mostraba ante la adversidad. Su espíritu resiliente nos enseña a abrazar la gratitud por cada instante vivido, y su paz interior nos inspira a encontrar serenidad en medio de la tormenta. Aunque su presencia física ya no esté entre nosotros, su legado perdura en cada sonrisa compartida y cada acto de bondad. Sigamos adelante con el corazón lleno de amor y esperanza, honrando su memoria con cada paso que damos en este viaje llamado vida.
Sus funerales se efectuaron ayer en Melipilla.Manuel Ariztía Ruiz, señora y familia